El Faro de Maspalomas

Formando parte indisoluble del paisaje meridional de Gran Canaria, la silueta del Faro de Maspalomas se recorta por encima de todas las edificaciones y del palmeral, testigo centenario de otros tiempos en los que constituía la única construcción existente en este punto de la isla. Aún hoy, la magnífica obra de ingeniería que proyectó Juan de León y Castillo constituye el edificio civil de mayor importancia histórica y monumental desde Telde hacia el Sur. Difícil se nos hace entender Maspalomas sin su faro, seguramente porque desde que disponemos de fotografías del lugar, dicha construcción ha estado presente, reflejo de que las actividades humanas pueden contribuir a recrear el paisaje y no siempre a alterarlo o destruirlo.

Su historia arranca desde 1861, en concreto del 19 de junio, fecha de un Informe de la Comisión de Faros sobre Complemento del alumbrado marítimo de las Islas Canarias, en el que se propone, además de otros nuevos faros en el Archipiélago, “uno de Primer orden, de luz fija o centelleante, en la Punta de Maspalomas, al Sur de Gran Canaria”, colocando la construcción de éste faro en primer término y considerándolo el más indispensable, precisamente en una época de progresivo auge y rivalidad entre los principales puertos isleños.

Precisamente este Informe viene a revisar el primer Plan de Alumbrado Marítimo de Canarias (que tras largas polémicas fue aprobado en abril de 1857) y que al margen de las disputas interinsulares que supuso, no satisfacía las necesidades que en dicha materia sufría el Archipiélago y más en concreto Gran Canaria.

El Puerto de la Luz significará para Gran Canaria un decisivo factor de su auge económico tras la grave crisis que supuso la caída del cultivo de la cochinilla, y en este contexto cabe entender la construcción del Faro de Maspalomas. Como plantea Sebastián Hernández, “un muelle es al fin y al cabo una simple línea de atraque, y no pasa de ahí si éste no está situado en la travesía adecuada, o lo que es peor, si no está convenientemente ofertado al tráfico internacional. Este sencillo argumento es en realidad la gran trama que justifica la realización de una serie de obras de ingeniería”, entre las que se incluye la presente.

Efectivamente, la construcción del puerto de refugio de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, se acompañó, además de la dotación “de un lazareto sucio en las costas de Gando” y también “de un faro de primer orden elevado en la punta más meridional de la isla, llamada de Maspalomas, que sirviese de señal a todos los buques que por aquella parte recalasen, faro de indiscutible importancia en la navegación por ser Canaria la primera isla del grupo que se encuentra en aquella dirección, se dio al Archipiélago una supremacía que no han podido disputarle la Madera ni Cabo Verde.Tiempo era ya que nuestra nación se acordase de estas Islas, tras largas centurias de un olvido sistemático e indisculpable.” Agustín Millares Torres.

El propio Fernando de León y Castillo, sin duda el más importante político y hombre de Estado nacido en Gran Canaria, y a quien en buena medida se debe la iniciativa del nuevo puerto de la capital insular, señala en sus memorias que “fue siempre idea tenaz en mí la de la que la vía de las comunicaciones marítimas, creando un gran puerto en Las Palmas, el único porvenir de su engrandecimiento para los futuros destinos de Gran Canaria y de todo el archipiélago,…”. Añadiendo a continuación:

Ahí está la base de la presente y de la futura grandeza material del archipiélago. Pero esa obra ha ido completándose paulatinamente. …En la necesidad de garanti la navegación, se han construido faros, entre ellos el magnífico de Maspalomas, que es de primer orden, y se construyó el lazareto de Gando.”

Además, todo ello queda de manifiesto en que su construcción se justificaba en el hecho de “servir de recalada a todas las líneas de vapores, tanto de Africa y Oceania, como de América”, así como a los barcos que faenaban en las pesquerías del banco canario-sahariano, quedando aprobado por Real Orden de 3 de septiembre de 1881. Todo ello encaja dentro del proyecto gestado a lo largo de este siglo, encaminado a dotar de alumbrado marítimo a las Islas Canarias y que tendría expresión legal en la Real Orden de 20 de junio de 1856.

Todos los pormenores de la obra se recogen en el Proyecto elaborado por el ingeniero Juan de León y Castillo, un meticuloso trabajo que de por sí constituye un pequeño monumento, habida cuenta de la calidad de la propuesta y de lo cuidado de su exposición y justificación.

De entrada, la elección del lugar no fue caprichosa, pues para ello se seleccionó un espacio próximo a la por él designada como playa de la Boca del Río, en la desembocadura del barranco de Maspalomas. Se trataba de un lugar libre de dunas y en el que “a 3,50 metros de profundidad, existe un banco resistente y sólido de arenisca”. Justamente este punto se eleva 2,20 metros sobre el nivel de la marea máxima. Hasta tal punto cuidó León y Castillo los detalles, y tal era su sensibilidad, que no fue ajeno a la salvaje belleza del lugar y lo que ello podría suponer para los futuros técnicos que se ocuparan de la instalación, señalando que “el terreno contiguo es muy ameno y hará agradable la estancia de los torreros”.

En definitiva, ”emplazado el faro en este punto, la luz que por su altura sobresale de las dunas, tendrá por límite de visualidad la punta de Juan Grande al NE, 19º Este, y la de Taozo al Oeste, 19º NO, comprendiendo un arco de 216º”. En una explanada de 35 metros de ancho y 36,50 metros de largo se dispondrá la casa de planta rectangular, teniendo la fachada del mar y de tierra 20,50 metros y las laterales 19 metros. La torre, circular, coincidiendo su centro con el paramento o fachada que da al mar, siendo su radio inferior de 4,06 metros, de tal manera que su diámetro ocupa 8,12 metros de ancho de esta fachada, quedando a uno y otro lado 6,19 metros para la casa.

Argumentaba el ingeniero dicho planteamiento de esta forma: “Torre y casa forman pues un solo edificio que ha de proyectarse con las proporciones convenidas para que resulte un conjunto armónico. De aquí la necesidad de que la casa, que viene a ser el basamiento de la torre, tenga una elevación proporcionada a su altura, cuya circunstancia exige que sea de dos pisos…La necesidad, o por lo menos, la conveniencia de los dos pisos está aconsejada como condición artística”.

Siempre siguiendo lo redactado en el Proyecto, se recoge que en razón de lo dispuesto para los faros de primer orden, es preciso construir una habitación para el Ingeniero y los tres torreros de la dotación y sus familias, un almacén, cuarto de limpieza y escritorio para los torreros. La habitación del Ingeniero, situada en el piso alto, ”que reúne mejores condiciones higiénicas que el bajo”, se compone de dos piezas, una que sirva de escritorio y otra de dormitorio. Las habitaciones del torrero principal, en realidad el jefe del establecimiento, también irán en el mismo piso, siendo un total de cuatro “para que albergue con comodidad su familia”. Señala que la cocina debe colocarse aparte, para evitar que el humo invada las viviendas. En cuanto a los torreros de segunda y tercera, tendrán tres habitaciones en el piso bajo, con sus respectivas cocinas. A ello cabe sumar un cuarto para escritorio en cada uno de los pisos, así como sendos lavaderos, en este caso en la planta baja. Se le añade como complemento dos excusados en la misma planta y dos en la alta: “Así tiene el Ingeniero y cada torrero el suyo particular; evitandose las cuestiones que el uso común trae consigo, y cada familia pueda conservar limpio el que le ha correspondido”.

En cuanto a la distribución de las plantas, se componen cada una de tres crujías, una en el frente expuesto al mar y dos en los laterales. Estas crujías limitan un patio de 10 metros por 9,50 metros, El acceso entre plantas se hace a través de una escalera de madera colocada en la crujía lateral Oeste. El pasillo que rodea el patio en el piso bajo, se convierte en el alto en galería cerrada con ventanas, que queda resguardada del aire exterior y las lluvias, comunicando todas las habitaciones.

Es en la torre donde el ingeniero León y Castillo pone, si cabe, mayor cuidado, señalando que «es la obra verdaderamente importante del proyecto». Su altura, desde la rasante del piso bajo que está 0,40 metros más alta que la explanada exterior, hasta el foco luminoso, es de 56 metros, que añadidos a los dos metros que hay de desnivel entre dicho piso y la marea más alta del equinoccio, suman 58 metros. Precisamente, la “altura asignada a dicho foco en los faros de 1º orden de luz fija”.

Para proyectar la torre se partió de su sector superior. Una vez trazada la cámara de servicio con las dimensiones de reglamento, se calculó las de la bóveda esférica que sostiene el piso de dicha cámara y forma la cubierta de la habitación destinada a estancia de los empleados. En cuanto a la escalera que asciende dentro de la torre, hasta terminar en la referida estancia, es helicoidal, desarrollada alrededor de un alma cilíndrica. A su vez, para subir de esta habitación a la cámara de iluminación se proyectó una escalera helicoidal de hierro.

Advierte León y Castillo en su propuesta que “la gran altura de la torre la hace adquirir cierto carácter monumental que exige se salga de lo ordinario su disposición y decoración exterior”. Por ello plantea su división en dos cuerpos principales, por un lado el basamento de forma cilíndrica, con una altura igual a la de la casa. Para ella emplea en su decoración, molduras robustas y sencillas. Sobre ella descansa el otro cuerpo, cuya forma es al exterior, la de un cono truncado de bases paralelas, a causa del talud del muro, que remata en un cornisamento también robusto y sostenido por ménsulas. Sobre él se desarrolla una galería o planta banda circular, alrededor de la cámara de servicio. Concluye el autor señalando que “a las condiciones de armonía y belleza, se han unido las de sencillez económica y facilidad de ejecución”.

Junto a estas instalaciones se llevaron a cabo otras necesarias, bien para la propia ejecución del proyecto, o para el posterior funcionamiento de la instalación. Entre éstas figuran el almacén, que serviría de albergue a los obreros, y donde se debía guardar la parafina que alimentaría la luz del faro, la cual era preciso tener aparte por temor a los incendios. Se levantó a 24 metros del edificio del faro, con una longitud de 16 por 5 metros de ancho y 4 metros de altura. A pesar de existir agua en las proximidades, también se planteó un aljibe con una capacidad de 86 metros cúbicos, lo que permitía un consumo diario de 236 litros. Además, y como paso previo al inicio de las obras, se hizo necesario construir un muelle, por el que llegarían los materiales desde las Palmas de Gran Canaria, habida cuenta de la imposibilidad de transportarlos por tierra. El mismo de reducidas dimensiones, se hizo aprovechando la baja existente y consta de dos muros de sostenimiento que se cierran en la cabeza, y de un relleno de piedras, todo ello enrasado de hormigón con pavimento adoquinado.

Resulta interesante destacar que León y Castillo abogaba por que “las diferentes partes de obra de que se componen los edificios y departamentos descritos, se proyectan con arreglo a los sistemas de construcción adoptados en el país y que una larga experiencia ha sancionado”, en cuanto a “estabilidad, duración, sencillez, economía, que hacen más aconsejable los materiales disponibles”, así como por el clima. De esta forma, la torre en su totalidad, incluyendo la escalera y el alma, “se han de construir de sillería aplantillada”. Las jambas, cerrado de huecos, zócalos, pedestales, pilastras, impostas, cornisas, mesetas y escalones, de sillería aplantillada o recta. Todos los muros exteriores y de crujía, de mampostería, así como el albergue (futuro almacén) de mampostería de barro, indicando que “todas estas mamposterías se revocarán en sus caras visibles con enlucido común y se blanquearán con las manos de albeo necesarias”. Para el pavimento del patio del edificio del faro y la acera exterior, se eligieron baldosas de toba azul, lo mismo que para el piso del albergue. En cuanto “al pavimento del muelle será adoquinado y el de la explanada se empedrará de canto rodado”.

Para los desagües se consideró el uso de tuberías de barro o plomo. En cuanto al techado de la azotea, ”lo que se emplea en la Provincia, como no nieva jamás no es posible otro sistema mejor por sencillez, fácil construcción, economía y duración”. Para los pisos planteó solados de madera o baldosado, considerando que “la madera que se empleen en estas partes de la obra serán del país ateado, denominada riga del país” salvo algunos casos en que se pueda proponer otra.

Se detalla en la memoria el lugar de donde procedería cada uno de los elementos a utilizar en la construcción, desde los distintos tipos de piedra, al cemento, los ladrillos, la cal, las maderas o los hierros, entre otros. El plazo de ejecución previsto consideraba debía fijarse en dos años y, en cuanto al presupuesto de contrata, se planteó en 229.983,69 pesetas, a lo que debían añadirse 990 pesetas, cantidad prevista para la expropiación de los terrenos “de pasto y leña” donde se construiría el faro, así como de la servidumbre de paso, para unir los edificios con el camino público. Este trayecto de poco más de dos Kilómetros se convertiría luego en la carretera GC-510 (ramal de la carretera general C-812), y que es en la actualidad la Avenida de Colón que lleva hasta el Faro de Maspalomas. En total pues, un gasto previsto de 230.973,69 pesetas.

No obstante, esta propuesta realizada por León y Castillo en junio de 1884, sufriría un aumento en 1886”en razón a la mayor profundidad de los cimientos de la torre y la mayor distancia de transporte de la piedra para mampostería y sillería”. Así sucedió, ya que, una vez la obra en marcha, se pudo comprobar que la arenisca existente en el lugar estaba formada por capas delgadas, de las que no podrían obtenerse los sillares, no existiendo tampoco piedra para la mampostería de regulares dimensiones. Hubo que buscar una cantera en un lugar donde nadie tenía conocimiento de tal posibilidad, señalándose que se halló “una pudinga de procedencia basáltica, de color azul claro, de triple resistencia y que se presta a una labra fina y esmerada, a 4.500 metros de la obra”.

El ingeniero se encontró además con que “el suelo de aquella localidad es completamente extraño a lo que la práctica de otros trabajos, en los demás puntos de la isla, me ha enseñado”, lo que llevaría, como se ha indicado, a aumentar la cimentación, lo que equivalía a un aumento del costo. En definitiva, el alza del presupuesto se estimó en 84.772,21 pesetas, siendo aprobado definitivamente el 19 de julio de 1886.

Hasta 1889 durarían los trabajos de construcción del Faro, con la colocación de la linterna, en la que finalmente quedaría instalado el aparato óptico de F. Barbier & Cie, fabricado en París ese mismo año. Habrá que esperar hasta el 16 de enero de 1890, para encontrar un escrito del “Sr. Ingeniero Encargado, haciendo saber que se ilumina el faro el día 1º de Febrero de este presente año”. Y así sucederá, pues en el Libro Diario de Servicios el torrero señala dicha fecha como “sin novedad”, indicando que se encendió a las 5,23 hora solar, apagándose a las 6,34, con un total de 13 horas y 11 minutos, con un consumo de 7 kilogramos, 527 gramos de aceite, con una media de 571 gramos por hora, y todo ello en un “día despejado con viento”.

Agustín Millares Torre, en la descripción que hace de Las Canarias al concluir el siglo XIX, en el Libro vigésimo de su Historia General de las Islas Canarias, describe con detalles la construcción de Juan de León y Castillo, indicando asimismo que “la obra presenta un hermoso conjunto vista del mar o de tierra, y está arreglada a las últimas exigencias del arte”.

Ya en la Descripción general del litoral de la Isla de Gran Canaria, realizada por Francisco V. Reina y Lorenzo, y que lleva por fecha de publicación el año de 1893, se da cumplida cuenta de la nueva instalación levantada en Maspalomas, indicando que, ”próximo a la punta de este nombre y en el sitio denominado Morro Colchas, se ha emplazado un faro de primer orden”. Reina y Lorenzo describe de forma pormenorizada al amplio sector que ilumina, precisando las referencias a seguir por los barcos que naveguen por aquellas aguas, así como las características arquitectónicas del edificio, indicando a su vez que “el alcance de la luz, desde la cubierta de un buque de regular porte, es de 24 millas en circunstancias normales. La situación geográfica de 27º,43´,50´´ lat. N., y 9º, 22´, 50´´long. O. Del meridiano de San Fernando”.

Así , desde entonces, seguirá siendo punto de obligada mención, como señala unos años más tarde Cipriano de Arribas y Sánchez en su libro A través de las Islas Canarias, en el que al hablar de Tirajana indica que, “entre sus pagos citaremos, Maspalomas, con buenas salinas, un charco, que siempre se ve animado de patos y aves acuáticas, y el faro, aparato de 1ª orden, con alcance de 20´55 millas, con luz fija”.

Por último, merece la pena reproducir una descripción realizada en 1894, que se recoge en la llamada “Guía del torrero”, en la que se pueden deducir las difíciles condiciones de vida existentes, derivadas de la lejanía, la incomunicación o la precaria situación sanitaria:

“Este faro está servido por tres torreros que tienen 0,5 pts. De gratificación diaria por ser faro aislado. No obstante, la distancia que le separa de San Bartolomé de Tirajana, que es el pueblo más próximo, no tiene botiquín y es preciso buscar la asistencia médica en Telde, ciudad distante 42 Km. De Mas-Palomas. El caserío de este nombre dista 5 km del faro y según dicen personas que merecen crédito, entre las que la habitan ha llegado el caso de que el médico llamado a asistirles pida por una visita 320 pts.. Unida a este exceso, la distancia de 84km, entre ida y vuelta, hacen dificilísima si no imposible, la asistencia del médico al faro.

Este tiene servicio de abastecimiento realizado por un buque de 64 toneladas, que hace un viaje mensual desde Las Palmas.

Desembarcado el Torrero en esta población tomará el coche-correo de Agüimes, que dista 30 km por buena carretera desde dicha ciudad; en Agúimes ajustará caballería para andar los 25 km que hay hasta Mas-Palomas.

El asiento de coche cuesta dos pesetas y cuarto, aproximadamente, la caballería. El clima es muy sano”.

Evidentemente, algo más de un siglo después, salvo el clima, ya nada es igual.

Los valores monumentales e históricos de esta edificación determinaron que haya sido incoado como Bien de Interés Cultural, según Resolución de 6 de agosto de 1990 (B.O.C. nº123, de 1-10-1990), estableciéndose su delimitación por Resolución de igual fecha y número del Boletín Oficial de Canarias.

Información publicada en el libro MASPALOMAS ESPACIO NATURAL.

Por Rubén Naranjo Rodríguez.

Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana.

Concejalía de Turísmo.

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